sábado, 6 de febrero de 2021

Talento: Cultiven el talento, no los números

 Cultiven el talento, no los números

Autor: Darío Manuel Luna//OPINIÓN


Talento: En un artículo anterior había hablado de cambiar o reestructurar los niveles educativos en la educación escolar, ahora estoy convencido de lo mismo y más aún si el objetivo educativo sería cultivar el talento del estudiante.

Se ha hablado mucho sobre la creatividad, sin embargo desde 1952 (supuestamente también Revolución Educativa), lo único que se ha hecho con los estudiantes es repetir los conocimientos, adecuarlos a ciertos patrones de aprendizaje, por ejemplo se decía (se dice aún) que en primaria deben aprender a sumar, restar, multiplicar, dividir, leer y escribir. La mayoría de las personas adultas son producto de esa educación repetitiva y memorística. Los nacidos desde el 52 para adelante han aprendido algunos conocimientos básicos con la idea de que les servirían en la vida (seguimos con ese pensamiento), pero al salir bachilleres, solamente el 2 o quizá el 5 por ciento de los conocimientos aprendidos lo han utilizado en la vida (así de grave estaba y está la educación). Son doce o más años de estudio que casi se fueron al agua, quizá algunos pudieron recuperarlo, muchos seguramente que no.

Miren a su alrededor existen contadas personas que resultaron ser muy creativas en nuestro país. La mayoría de las personas creativas se encuentran en las disciplinas del arte y la literatura: Mamani Mamani, Fabricio Lara, Mario Conde, Edmundo Paz Soldán, Rodrigo Urquiola, Wilmer Urrelo, la lista podría continuar, pero mejor lo dejamos ahí para enumerar la lista en la disciplina musical: Los Kjarkas, Luzmila Carpio, Juan Enrique Jurado, Piraí Vaca, Vadik Barrón entre otros. En música, arte y literatura nos podemos defender pero qué es de las otras disciplinas, en medicina por ejemplo, no hay representatividad boliviana, en física, química y matemática lo propio. Necesitamos personas creativas en las materias exactas. Otro tanto sucede con las materias técnicas, en donde está nuestro chef creativo en la comida boliviana, nuestro creador de autos, aviones  espaciales o celulares inteligentes que sirvan de ayuda en la orientación de la alimentación y dieta personalizada. En donde están nuestros biólogos que hacen descubrimientos para la cura de enfermedades incurables. En donde está nuestro electricista que hará desaparecer los cables que cuelgan en los postes de las calles en las ciudades, el arquitecto que posibilitará que no pases frío ni calor en las nuevas construcciones de domicilios, el maestro que no necesitará de infraestructuras de escuelas, el psicólogo que habrá superado la teoría de Sigmunnd Freud. El escritor poeta, novelista, economista, médico del premio nobel.

La educación actual no está cultivando el talento o creatividad en los estudiantes. Los maestros siguen con sus clases magistrales tradicionales de dominio, poder y sabelotodo. Por eso cuando el estudiante se saca una nota inferior a 51, piensan que el estudiante es flojo, no estudia, no tiene interés y peor aún no sirve para el estudio. El docente quiere de manera obligada que todos los estudiantes dominen su materia, por ejemplo, en literatura, el modernismo, el vanguardismo, ¿qué es una metáfora?, etc. En matemática, la mayoría de los docentes piden a los estudiantes el cuaderno de práctica o ejercicios matemáticos, y todos sin excepción deben portar, traer y presentar los ejercicios aunque al estudiante no le guste la matemática. El que no presenta el cuaderno es calificado como estudiante flojo, sin interés en el estudio. Así mismo, en ciencias sociales, psicología, filosofía, religión, cívica e historia, el estudiante tiene que estar noventa minutos sentado tratando de escuchar, atender la teoría libresca y oral del docente. Y luego dicen los docentes, los estudiantes se aburren, no atienden, hacen chacota, se escapan, pero, claro, si todos los días hacen lo mismo, cómo el estudiante no se va aburrir, y peor aún, imagino que el estudiante ya no debe querer ingresar al aula para escuchar el mismo sermón del docente. La educación no ha cambiado desde el 52, tal vez, sólo hemos pasado de lo estricto, radical, a la flexibilidad y el diálogo, nada más. En el aula el papel del maestro y estudiante sigue siendo lo mismo.

Es lamentable saber que la educación aún sea hogeneizadora. Imaginen, todos los estudiantes en un mismo curso con las mismas características de sentimientos y pensamientos (mismas respuestas). La formación no es personalizada aunque se hable de adaptaciones curriculares, pues el objetivo sigue siendo el mismo para todos. La Ley, el currículo, las planificaciones, al final, lo que quieren es llevarnos a una formación de un cierto tipo de hombres y mujeres, y saben qué, lo están logrando, la mayoría de los docentes hablan y piensan lo mismo de lo que dice la Ley educativa. En esas circunstancias, cómo se puede hablar de la creatividad del docente. No habrá creatividad mientras la educación continúe homogeneizando. Pobres docentes oprimidos (la teoría de Freire quedó en teoría ¿o es peor?), alguien dirá, así de triste es la profesión del maestro, de todo lado nos exigen. Ser creativos, respetables maestros, es ser libres. Libres de verdad. Por eso, aunque suene trillado, levanten el vuelo sin límites (sin normas, ni reglas) como lo hizo Juan Salvador Gaviota y hagan que sus mismos estudiantes sean creativos.

Cultiven la creatividad, no los números. Las calificaciones son esporádicas, eventuales de ocasión y a consecuencia de algo, pero al final, pasajero. Una calificación de 100 puntos, no significa que el estudiante será siempre el mejor, o viceversa, que obtenga 40 puntos calificarlo como el peor de los estudiantes.   Saben ustedes que pasado un bimestre (o un año), la calificación puede disminuir o aumentar. Sólo califican el momento, la memoria a corto plazo (que dura una o dos semanas), las acciones como presentación de carpetas, exposiciones, participación en el invernadero, crianza de animales, etc., y los estudiantes lo hacen todo solamente por obtener una nota. Hasta el saludo, la responsabilidad, el interés, sus valores del momento son calificados mediante los números, sin siquiera saber si ese saludo fue sincero, si la responsabilidad fue voluntaria o si esos valores demostrados fueron reales. El registro del docente está lleno de números, el estudiante es un número (el número de la lista), no un ser creativo con talento, pues todo lo dicho anteriormente sobre el ser, saber y hacer son evaluaciones homogeneizadoras, no sabemos (quizá si sabemos) si al estudiante le gusta trabajar el invernadero, quizá su responsabilidad es obligatoria y no voluntaria porque sabe que puede reprobar, no sabemos si sólo estudió para aprobar el examen objetivo porque si saca una baja calificación obtendrá un número inferior al 51. Hasta en los desfiles, los estudiantes ya saben que deben cultivar puntos, por eso la mayoría asiste por los puntos. Todo es calificación o puntaje, cultivación de números. Tanto docentes y estudiantes se han concentrado en los números, el docente en no tener reprobados, el estudiante en obtener las más altas calificaciones a cualquier costa (demostrando lo que no son como buenos actores). Ambos (docente y estudiante) se han olvidado de cultivar el talento, la creatividad. Algún docente se dio cuenta pero no puede hacer nada porque el sistema educativo aún es tradicional, debe cumplir lo que dicen las leyes y las normas. Algún estudiante se dio cuenta y se sintió aburrido o diferente, y no sabe cómo salir de esa realidad, al final la educación mata su talento que nunca lo descubrió en su momento.

Esta es la realidad educativa y aunque parezca una película de ciencia y ficción es la realidad que se vive en las cuatro paredes. Debemos cultivar el talento, la creatividad del estudiante, no basta con identificar el talento que cada estudiante tiene, sino de reestructurar los niveles y los contenidos en los mismos y para ello es necesario que los directores de unidades educativas, directores distritales propongan, quedarse callados es casi lo mismo que no ser creativos (la sumisión u obediencia ¿y el diálogo?).

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